Ivanna: Un combo interesante de rostro dulce y cuerpo sensual

Mientras miraba las tentadoras fotos de Ivanna en la página de Bairesgirls recordé la frase del poeta William Blake: “Aquellos que restringen su deseo lo hacen porque es lo suficientemente débil para ser restringido”. Mi pija, que cosquilleaba dentro del pantalón al ver las imágenes, parecía darle la razón al poeta británico. Con el aval de Mr. Blake le mandé un WhatsApp a la señorita y combinamos para conocernos unas horas después. Como suele ser habitual en muchas escorts me pasó la dirección exacta y quedó debiéndome piso y departamento para cuando llegara. Al principio pensé que iba a volver a visitar el famoso edificio de la cuadra, que otrora fuese sede de grandes aventuras con varias niñas del rubro, pero no. Es el edificio de al lado. Más pequeño, más discreto, menos llamativo. Toqué timbre, me abrieron desde arriba. En ese momento no había ningún portero a la vista. A la salida lo vi chusmeando con dos “alpedistas” que respondieron a mi saludo con excesiva fastuosidad.

Los pasillos son largos, carentes de lujo y hay muchos departamentos por piso. Para llegar al de Ivanna hay que doblar en una especie de L después de bajar del ascensor. Me hizo acordar la distribución al templo de Juncal. Como siempre, en estos casos aplica la ley de Murphy y el lugar de destino siempre es el más alejado, o casi. Verifico la letra, toco timbre, escucho una vocecita dulce que dice “Ahí voooy” y el infaltable y sexy sonido de los tacos aproximarse. Sonido que, incluso a esta altura, me hace bombear adrenalina. El departamento es un pequeño monoambiente. A la derecha de la entrada el baño, a la izquierda una pequeña cocina integrada y unos pasos más adelante el único ambiente. Un gran armario, al lado de este una cama de dos plazas y al costado de la cama, cerca de la ventana, una mesa con sillas. El único mueble que desentona es una cama adicional de una plaza. “¿Qué carajo hace esto acá?” sería casi la pregunta obligada de cualquier hipotético visitante.

Me gustó mucho la Ivanna real que encontré en el departamento y que, dicho sea de paso, difiere de la de las fotos; alejada de ese glamour, tal vez artificial, que muestran las imágenes. Pensaba encontrarme una mina tipo vedette, imponente y distante, y me encontré una mina con lindas curvas pero mucho más simpática y terrenal. Bastante más dulce de lo que mi mente imaginaba proyectando las fotos a la realidad tridimensional. Montada sobre unos tacos muy sexys y exhibiendo una lencería igualmente erótica, que hacia resaltar ese enorme par de tetas, me gustó su sonrisa y espontaneidad. Errores de las ideas preconcebidas también la imaginaba más alta. Debe andar por el metro sesenta. Muy lindo rostro. Estilo dulce. Los anteojos de “secretaria” terminan de redondear un aire de inocencia que obviamente no posee. Esa incongruencia, entre rostro inocente, tetas de actriz porno y tatuajes varios, juegan con una ambigüedad morbosa que descoloca. La intelectual de los anteojos a la que le rebotan alevosamente las grandes tetas mientras te cabalga, es una imagen que no se borra fácilmente de la retina. Es tranquila y suave en el trato. Se enciende cuando empieza la acción. Sabe manejar los tiempos y las secuencias.

Me voy a dar una ducha. Me dice que use la toalla que está en el baño. Había dos, ambas impecables. Cuando salgo Ivanna me esperaba en la cama. La gran pregunta ¿Cómo empiezo? ¿Suave con la chica de rostro inocente o salvaje con la de las tetas porno? Esos anteojitos me pudieron. Fui a besar a la de la carita dulce, ya iba a tener tiempo de deshumanizarme con esos pechos. Me sorprendieron gratamente sus besos. Me los imaginaba más chotos. Besa de manera suave pero enseguida empezó a usar la lengua. Respondí de la misma manera. Y durante un rato nos dedicamos a franelear abrazados en la cama como si tuviéramos 15 años. Abruptamente pasamos a la edad adulta. Sacó fuera del corpiño las grandes tetas y mi boca comenzó a prestarles atención exclusiva. Nunca se me puso tan dura la pija chupando un par de tetas. Mi lado más salvaje empezaba a aflorar carente de todo tipo de sutilezas. Parecía una competencia contrarreloj para dejarle la mayor cantidad de saliva en los pezones. Me agarró la pija y me empezó a pajear. En cuánto le solté las tetas bajó a hacerme un oral. Suave, hipnótico. No es guarro. Chupa bien pero me calentaba más ver esa mirada con los anteojos que la técnica de la mamada. Sea por una cosa o por la otra, me llevó la pija a la dureza máxima. Sentía como me latía de forma violenta. Después de un rato de esa chupada narcótica, y cuando pensé que no podía llegar a un punto de excitación más alto, vino la frutilla del postre. Puso mi pija entre esos dos grandes melones y me hizo una turca acompañada de un suave gemidito que me dejó al borde de la eyaculación. Pedí que me ponga el forro y se montó encima. En este punto retomo una frase del párrafo anterior porque es en este momento cuando sentí esa dualidad morbosa de la intelectual de anteojos a la que le rebotaban las enormes tetas cuando te cabalga. Mis manos iban, como las de un ciego que quiere reconocer a quien tiene delante, de las tetas al culo de Ivanna alternadamente. Iba a acabar en cualquier momento. Pasamos a misionero. La penetré y empezamos a besarnos. Cogimos un rato. Le besé el cuello, la boca, la cara. Finalmente sentí que no podía aguantar más. Nos dimos un último beso en la boca, le metí la lengua lo más que pude y en esa posición eyaculé con violencia dentro del látex, sentía latir la pija mientras expulsaba una cantidad de semen mayor a la habitual.

Me di una ducha y volví a la cama. Nos quedamos charlando. Me pareció una mina muy simpática, de esas con las que sentís cómodo charlando en los momentos de “no sexo”. Más allá de lo agradable de la conversación, el tiempo es tirano y la tentación se hace presente. Volvimos a besarnos, a abrazarnos, a pajearnos mutuamente. Empezó de nuevo a chuparme la pija. Esta vez quise lamerla yo también. Se acomodó encima de mí con la concha en mi cara. Nos dimos placer mutuo con un 69. Depilación perfecta. No tiene un solo atisbo de bello ni en el pubis, ni en la zona anal. Estuvimos un buen rato. Recorrí con mi lengua toda su zona genital mientras intuía sus cabeceos al chuparme la pija. Pedí forro de nuevo. Tenía la pija muy dura y llena de saliva. Me lo colocó y se montó de nuevo. Otra vez esa secuencia del rebote de las tetas. No podía evitar llevar mis manos, agarrarlas, manosearlas. Quedaba poco tiempo. La puse en cuatro. Paró el culo, que como un cíclope me miraba, y la penetré desde atrás por la concha. La cogí con una violencia poco habitual en mí. La agarraba de la cintura, del cuello. Finalmente se acostó boca abajo. Sin sacarle la pija, seguí encima de ella bombeando. Le chupaba el cuello, la boca. Esa hora excepcional necesitaba un epílogo digno. Casi desde que llegué tenía la tentación de llenarle las tetas de leche. No tuvo problemas. Antes que pudiera darme cuenta estaba arrodillada en el piso ofreciéndome los pechos y profiriendo algunas guarradas para estimularme. Me pajee hasta que sentí venir la descarga. Le avisé. Me acercó aún más las tetas y el guascazo (menos abundante que el primero) aterrizó sin miramientos en el objeto (o los objetos) de mi deseo. Lo desparramé lo más parejo que pude y lancé un último suspiro de satisfacción. Registré lo mejor que pude en mi mente esa imagen final. Ese combo excitante de mi leche esparcida en sus tetas. Misión cumplida. No necesitaba nada más. Tampoco tenía nada más para ofrecerle, no tengo dotes de gran amante.

Me despedí de Ivanna con esa dulce melancolía que tiene un viajero cuando deja un lugar que le gustó. Feliz por haberlo conocido, triste por tener que dejarlo. Sin embargo, así como no es bueno apegarse a los lugares, tampoco hay que hacerlo con las personas. Siempre una sonrisa, la mirada en alto y la cabeza puesta en nuevas aventuras. Salí a la calle y me perdí de a poco entre la gente, cantando bajito el tema “Vagabundear” de Joan Manuel Serrat.

“Es hermoso partir sin decir adiós
Serena la mirada, firme la voz
Si de veras me buscas, me encontrarás
Es muy largo el camino para mirar atrás”

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