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[size=18:05694bbf81][b:05694bbf81]En toda latino america hay problemas[/b:05694bbf81][/size:05694bbf81].

[u:05694bbf81]Pobreza y maltrato empujan a la calle miles niños y adolescentes[/u:05694bbf81]

Por [i:05694bbf81]Inés Benítez[/i:05694bbf81]

Santo Domingo, 9 dic (EFE).- Huérfanos, abandonados y víctimas de abusos, niños y adolescentes dominicanos encuentran en la calle un refugio ante el maltrato y la pobreza: son los llamados "palomos", muchos adictos a drogas, abocados a la mendicidad y la prostitución.

"Estoy viviendo en la calle por mi papá. Mi papá me maltrata y me da muchos golpes. Nunca ha querido saber de mí", cuenta Agustín, de 17 años, mientras se levanta la camiseta raída para mostrar la cicatriz que tiene en su espalda.

Agustín duerme en una acera de la Avenida Duarte, la principal arteria comercial de Santo Domingo, y confiesa que ha tenido "muchos problemas en la calle" porque "querían abusar de mí".

El crecimiento de la pobreza, la violencia y la desintegración familiar se traduce en un temprano abandono del hogar de niños y adolescentes, según explica María Blanco, directora de la ONG Niños del Camino, defensora de los derechos de estos muchachos.

Según varias instituciones que trabajan en este campo, y aunque no existe censo, el número de niños y adolescentes de la calle podría oscilar entre 2.000 y 5.000 en todo el país, concentrados sobre todo en Santo Domingo.

"Cuando abren, nosotros conseguimos comida. Hacemos lo que sea para comer", cuenta Guillermo, alias "Pimpo", de 10 años, poco después del amanecer sobre unos cartones, descalzo y sucio, en un estacionamiento cerca de un restaurante McDonalds.

Miguel, de 16 años, la mitad de ellos viviendo en la calle, dormita tapado con una sábana vieja y se chupa el dedo pulgar mientras otros cuatro niños se desperezan con hambre y cuentan que en la víspera la policía "se llevó preso" a su amigo "Junior".

Los "palomos" mendigan, lustran botas, limpian los vidrios de los automóviles en semáforos y mantienen relaciones sexuales por dinero exponiéndose al contagio del sida, mientras tratan de evadir la miseria y el hambre con drogas como la marihuana, el "cemento" (pegamento de zapatero) y "crack".

"Los pequeños fuman mucha marihuana", relata Fermín, de 21 años, apodado "Siete dedos" por la inusual característica de su pie derecho, y quien tiene por casa un edificio derruido frente al Malecón de Santo Domingo, donde suele buscarse la vida.

Fermín, "Pimpo", Miguel y Agustín son cuatro de los dieciocho muchachos que acuden cada viernes a un taller de artesanía para aprender a moldear el barro en el marco de un plan de capacitación y creatividad de Niños del Camino, financiado por la Comisión Europea (CE) con el apoyo de la UNESCO.

En el taller de los Hermanos Guillén, en Yamasá, 36 kilómetros al norte de Santo Domingo, elaboran figuras relacionadas con la mitología indígena taina antes de almorzar, para más tarde bañarse en un río cercano.

"Los muchachos están muy motivados", observa Blanco, que aboga por "romper la imagen" de los niños de la calle a través de una mayor sensibilización de la población y la capacitación de la policía.

"Es una realidad que tenemos que asumir entre todos", insiste.

Procedentes en su mayoría de zonas rurales y barrios marginados de Santo Domingo, estos niños y adolescentes viven en grupos y desean generalmente salir de la calle y superarse, aunque la gran mayoría no sabe leer ni escribir, y son generalmente estigmatizados.

"No me gusta estar en la calle, pero no tengo familia con la que vivir porque a mi hermano le dieron dos tiros y mi mamá murió", narra Yunil, de 17 años, mientras mira por la ventana del autobús que el viernes regresaba con el grupo a la capital desde Yamasá.

Michael, de 15 años, asegura después de dos meses deambulando por las avenidas que "en los hogares no nos aceptan porque están llenos", y se queja de que los policías "nos dan galletas (nos pegan) y nos meten presos".

Recientemente, varios niños resultaron heridos de bala cuando el vigilante de un centro de comidas disparó al suelo para tratar de asustarles, cuenta Elieser, de 13 años, mientras enseña las marcas en su pierna derecha.

Entre las causas de los arrestos destacan el robo y el solo hecho de estar en la calle, aunque esto último no constituye un delito y sí una violación de los derechos de los muchachos, acota Blanco.

"Ojalá halle una gente que me ayude", desea Agustín mientras hunde sus dedos en el barro rojizo con el que moldeará la figura de un "behíque" o chamán taíno.

A la vuelta de Yamasá atardece y en el autobús que regresa a Santo Domingo suena un "rap" que grabaron los muchachos y que varios "tatarean": "Aprendiendo estamos, caminando vamos, saliendo de las calles, con alas en las manos". EFE

ibc/hma

09/12/2004 16:27 GMT

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