Off-Topics / Fuera de tema

[color=blue:ce24892837][i:ce24892837][b:ce24892837]En el mercado sexual de Japón se está dando una curiosa moda en la que insólitos diseños de látex, vinilo o silicona pretenden imitar a verdaderas geishas. [/b:ce24892837][/i:ce24892837][/color:ce24892837]


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En 1961, Yasunari Kawabata, el primer escritor japonés que ganó el Nobel de Literatura, publicó La casa de las bellas durmientes. Una curiosa novela cuyo argumento es la historia del viejo Eguchi que acude, cada noche, a un selecto y clandestino burdel donde los hombres mayores pagan por acostarse junto a hermosas muchachas de narcotizado desnudo y a las que no pueden despertarles el deseo ni perturbar la perfecta placidez de su sosiego. El refinado placer de estos clientes consiste en soñar con la firmeza viril que perdieron o con las ilusiones carnales provocadas por los desnudos dormidos. Una hermosa historia con la que Kawabata proponía que la belleza tan sólo es un desconcierto de los sentidos y que el deseo siempre trastorna la imaginación de quién se entrega a su embriaguez.

De lo que no hay duda es que el escritor japonés se adelantó, sin saberlo, a la última tendencia del mercado sexual japonés. Las muñecas de látex, vinilo o silicona, con estética hentai, cabello natural y perturbadora piel, que pueden alquilarse en burdeles por 120 dólares la hora o comprar por siete mil euros y la seguridad de que si el propietario muere, ellas serán enterradas con él. Pero si esta oferta les parece insuficiente a algunos, también pueden acudir a Pastel Color Doll donde se ofertan tríos con una de estas lolitas artificiales y otra chica de carne, hueso y carmín. Y aunque las Momoco, Izumi o Akari no dominen la ceremonia del té, el ikebana floral ni el arte de la conversación, los japoneses y los ciudadanos de otros países adquieren cada vez más estas nuevas geishas para su solitaria intimidad o para su valiosa colección, igual que muchas de las que se muestran en la web My Ladies. El auge de esta demanda, que da rienda suelta a la lujuria, la fantasía y al lado oscuro del ser humano, ha inspirado a Michael Harriman para inventar una muñeca que jadea, que mueve las caderas y cuya temperatura corporal aumenta con el contacto de su propietario. Aún está en período de experimentación, aunque ya promete revolucionar el mercado.

Lo cierto es que esta noticia, que no podrá dar la televisión española cuando el PSOE apruebe que la RTVE vele por los valores morales, contribuye a demostrar los cambios que están produciéndose en nuestra relación con el sexo. Unos cambios que están promoviendo modas como las de practicar el sexo en lugares públicos (dogging), la comercialización de móviles vibradores con forma de pene, que dos millones y medio de españoles confiesen ser ciberadúlteros, que menores portuguesas ofrezcan sexo virtual en chats a cambio de que les recarguen el saldo del teléfono, que las muñecas sustituyan a las personas porque su "voluntad" ha sido "educada" para obedecer el deseo y las fantasías o que mucha gente considere el cibersexo como una opción real, pese a que en este tipo de relaciones prevalezca el todo vale y el que todo pueda ser mentira. Opciones y variantes que terminarán provocando que, en un futuro cercano, nos preguntemos qué conducta es normal y cuál perversa, que vayan desapareciendo la seducción, el cortejo o el compromiso y que a estas sofisticadas muñecas y muñecos, que también los hay, sean sustituidos por aquellos célebres androides y robots de la ciencia-ficción, de los que tal vez ya esté disfrutando algún que otro millonario de Japón. Y que incluso practicar el sexo como lo conocemos sea un anacronismo, la única opción de los pobres o una forma de rebelión social.

un abrazo. :wink: