Vuelvo a ustedes nuevamente para plasmar, una vez más, una de mis historias de la noche.
Para aquellos que ya conocen este, mi capricho, de contarles mis experiencias y recuerdos, vayan mis disculpas por ser reiterativo en las explicaciones. Para aquellos que comienzan a leerlas por primera vez, les comento que cada una de estas sencillas historias, forma parte de mi caudal de vida, de lo que he recibido, y de lo que algún día habré de dejar
Corría el año 2001 y por razones laborales me encontraba en Quito. Debido a una reprogramación de mi trabajo, me encontré con unos cuantos días libres en mi haber, y sin nada en vista. Pocos días antes, alguien me había comentado acerca de una playa, Atacames, en la Provincia de Esmeraldas. Pregunté en mi hotel, y en pocas horas ya tenía todo arreglado para pasar mis días libres en Atacames.
Llegué a Atacames un miércoles al mediodía. La playa en si no era atractiva, aunque el lugar parecía bullicioso y alegre y con gran movimiento de gente en la zona de bares de playa y discotecas. Me alojé en un complejo de bungalow, bastante nuevo, ubicado al final del malecón de la playa. La habitación era agradable, con vista al mar por el frente y por la ventana lateral se veía la piscina del hotel.
Los días pasaban sin gran cosa por hacer, salvo las rondas nocturnas a los bares de la playa y, a veces, a alguna discoteca. Había decidido tomar estas imprevistas vacaciones como una real terapia de descanso
Fue entonces cuando pasó
Era un sábado a las cuatro de la madrugada, una noche como tantas, de esas donde acostumbro buscar un poco de luz en medio de la oscuridad... Había llegado de mi visita diaria a todos y cada uno de los barcitos de la playa (abren de noche y están uno al lado del otro a lo largo de aproximadamente un kilómetro) y me disponía a irme descansar
Como estaba un poco pasado de alcohol, preferí recostarme en una de las reposeras que rodeaban la piscina del complejo, disfrutando del fresco de la noche. En un primer momento me pareció que estaba solo, pero de repente escuché alguien que entonaba una canción de Aterciopelados, y al darme vuelta la veo...
En el otro extremo de la piscina, y acostada en otra reposera, fumando tranquilamente y mirando hacia el mar, se encontraba una mujer
De contextura pequeña, morena, pero con una cola y unos pechos que se notaban de muerte, llamó inmediatamente mi atención.
Aunque extrañamente no puedo recordar su rostro, recuerdo, eso sí, que me pareció hermosa
Mi curiosidad y el desprejuicio del alcohol, hicieron que luego de un rato me levantara de la reposera y me acercara para pedirle fuego. En un primer momento se sorprendió, pero luego, en forma natural, comenzamos a charlar... Era colombiana, de Cartago, y había ido a la ciudad de Esmeraldas en viaje de negocios. Al igual que yo tenía unos días libres, y debido a la proximidad con Esmeraldas, había decidido pasarlos en la playa de Atacames.
A la media hora de encontrarnos hablando, me dijo que tenía sed, pero desafortunadamente el bar del complejo ya se encontraba cerrado. En ese momento recordé que en mi bungalow tenia una botella de Ron Matusalem que había comprado en Quito. No lo pensó mucho, fuimos a mi bungalow a buscarla, sacamos hielo de la nevera, y volvimos al lado de la piscina, a seguir charlando, pero ahora con el complemento de la buena bebida.
En un momento determinado la conversación se tornó íntima. Nos encontramos muy cerca
y la noche, el licor, y el calor de las palabras, hicieron que me dejara llevar
La tomé de la nuca y planté en sus labios la furia de un beso, al cual respondió sin reparos
No me importaba nada, ni siquiera cuando uno de los guardias del complejo pasó cerca nuestro haciendo su ronda
Hicimos el amor en forma salvaje al lado de la piscina, a la luz de la luna
Tenía puesto un pareo que desanudé sin esfuerzo, y quedo con un conjunto de tanga color miel que regalaba sus formas... Bajó mi pantalón de baño muy despacio, y me hizo una fellatio celestial mientras me miraba intensa y burlonamente con ojos de vicio.
Recuerdo que me pasaba un cubito por el pecho y después tiraba un poco de ron de su vaso, para irlo bebiendo lentamente... La cola era algo increible, firme pero elástica, y se acomodaba a mi sexo en un ensamble perfecto. Tres veces hicimos el amor esa noche, y ella tuvo una batería de orgasmos
No hubo límites, fue completo y salvaje...
Aun recuerdo su nombre... Adela.
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