Escort Karina - Monserrat bairesgirls

El jueves no fue un día tan frío pero sí bastante soso en el laburo. Con un poco de guita extra, me empezó a picar la lujuria entre las piernas. Volví al foro como el hijo pródigo en busca de consejo y fui alineando expectativas y experiencias. A mis post 40 me gusta redefinir rangos de edad más cercanos a mi ciclo vital, no quiero convertirme en el viejo verde que mira el tuje a las compañeras de sus hijas. Todo fue enrutándose hacia Karina, la guaraní bien ponderada por bella, buena onda y fogosa. Tiré un mensaje con todas las apuestas en su solo contacto y el destino decidió que ese día cogía. No valió el paro precoz de colectivos, ni los requerimientos inoportunos del trabajo.
Con pocos minutos de retraso llegué al edificio empoderado y saludé a la portera anunciando el número de oficina, como quien va a culminar un trámite ya iniciado. En el tercer piso toqué timbre. Esos segundos en el umbral, musicalizados por los golpes de tacón, son un abismo que separa las experiencias indirectas y el juicio propio. Y somos predecibles o coincidentes, la ví linda, sonriente y seductora, un buen preludio para una buena jornada.
Pasé rápidamente por el baño. Aunque recordé comentarios, no pude evitar la curiosidad al constatar que la salida del agua se corta o activa desde un interruptor de luz. Al salir, Karina me esperaba en lencería blanca, un corpiño con encajes en el que relucían sus senos turgentes y se escondían sus pezones rosas. La bombacha era un hilo que contorneaba sus caderas y se perdía entre sus nalgas firmes y redondeadas.
Apoyé mis manos en su espalda mientras ella se acercó a besarme, mis manos se deslizaron por sus nalgas. Empezó un extraño ritual en que el deseo se convirtió en pregunta. Con sus dos manos en mi bóxer peguntó puedo? Asentí. Puedo? Voló la bombacha y el corpiño. Puedo? Y mi glande y su cuerpo erecto y palpitante entraban y salían de su boca salivosa y tibia, primero lentamente y después con frenética dulzura. Puedo? Y sus piernas se abrieron ante mi boca, mi lengua buscó sus labios y al son de su lubricidad creciente mi lengua danzó sobre su pequeño monte expuesto y erecto.
No puedes más, le dije a punto de explotar en su boca, se rio, entonces haceme lo que quieras. Instrucción imprecisa por su generosa amplitud, pero yo quise volver a su monte húmedo, así me daba tregua y yo seguía en ofensiva.
Puedo? me dijo con el forro entre sus dedos, después piadosamente la penetré mientras nos besábamos. En el duelo de caderas la petit morte me invadió de golpe y me desvanecí sobre sus pechos. Conversamos amenamente un rato luego fue a higienizarse y yo seguí sus pasos.
De vuelta en la cama vi un frasco de aceite, puedo? Y mis manos resbalosas corrieron por sus pechos, sus nalgas, sus piernas y entre sus piernas. Después o se perdieron los modales o perdí noción de ellos, su boca volvió a devorar mi erección palpitante y luego de vestirle para la ocasión cabalgó y cabalgó con arrebato. Al vaivén de sus pechos otra explosión violenta de mis fluidos chocó contra el látex.
Palabras cálidas y ducha de despedida.

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