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-Por favor, señor, ¿me compra una leche que mi hijo esta llorando de hambre?
El pedido del joven de cara mustia y ojos desesperados me sorprendió cuando pretendía ingresar al Mini Carrefour de Córdoba, casi esquina Paraná.
-Si, no hay problemas… -le dije y me dispuse a ir al supermercado.
-No, señor, la venden en Farmacity, es una leche para bebés…
-Esta bien, no hay problemas… vamos… -ingresé al Farmacity que se halla al lado del Carrefour con el joven detrás. Se dirigió con paso apresurado al mostrador…
-Tome, don, sólo tengo siete pesos, la leche es cara… -se los rechacé.
Había llamado por teléfono luego de varios intentos frustrados con otras masajistas que se disculparon porque tenían reservas. Logré conseguir un turno para dentro de 20 minutos.
Cuando llegue a Paraná al xxx subí al 8º pido y apreté el timbre.
La xxx me abrió e hizo pasar a una habitación muy bien arreglada, camilla de masajes, aire acondicionado y una cama 2 plazas a menos de un metro.
-Te voy a presentar las chicas… -me dijo y se retiró.
La primera era una rubia alta, de buenas formas y pechos naturales y la segunda una morocha con acento centroamericano, muy simpática y cuyo nombre olvidé en el éter de mi calentura.
Elegí la rubia. Si bien tiene alrededor de 42 a 43 años y publica como madura, su físico denota visitas al gym. Su nombre de guerra es Desiré y es mucho más linda y simpática que en las fotos.
Ya higienizado me acosté en la camilla para recibir unos masajes bastante buenos, con ágiles dedos desatanudos y ataques a las zonas más críticas, como ser: cervicales y columna.
La música, el silencio de la dama y los masajes casi me hicieron dormitar.
El “date vueltas”, de Desiré, llegó a los 15 minutos, para lo cual se quitó toda la ropa (sólo estaba en tanga y un breve corpiño que resaltaba sus pechos).
Los pezones estaban erectos, tan erectos como el miembro que atrapó con la mano cargada de crema.
No tuvo que esforzarse mucho. Cuando logró la dureza buscada, comenzó con un bucal caliente, de lengua y labios, chupones y lamidas por toda la zona erógena.
-¿Vamos a la cama? –invitó Desiré con un mohín.
Y allí se desató todo el erotismo y la experiencia de una profesional del placer.
Comenzamos con un 69 que la hizo suspirar mientras movía su pelvis para lograr mayor contacto lingual y refregar el interior de sus labios vaginales.
Luego de varios minutos se dio vueltas y se montó sobre el miembro, y practicó una cabalgata como si jugase un partido de polo en ese habitáculo de fresco aire acondicionado y música relajante.
El primero salió en esa posición.
Prolongado y en silencio. Como esas eyaculaciones suaves y placenteras.
Casi sin dejarme recobrar el resuello, me quitó el látex e higienizó con el tradicional rollo. Pedí ir al baño para completar dicha higiene.
[Solo miembros ven links]
Hablamos de nada. Del tiempo que hace que están en ese departamento. De su periplo por varios otros.
Y, tal vez, allí tomó la decisión.
Atrapó nuevamente el miembro y comenzó a acariciarlo, sorprendiéndome que se despertara cual Ave Fénix y se pusiera casi listo para reiniciar el acto sexual.
Pero esta vez Desiré fue diferente.
Bucal y mano, en un 69 que –confieso- buscó ella.
Así, durante varios minutos, con jadeos y temblores que preanunciaban una nueva erupción.
Casi al límite de tiempo, me clavó los dedos en las pantorrillas y se tragó el miembro hasta el fondo, mientras sentía tensarse sus músculos en un orgasmo suspirado y cargado de temblores musculares.
Eso me produjo una eyaculación placentera, que ella supo exprimir hasta la última gota con esas manos expertas de experiencias vívidas, en el recorrido de sus años como profesional.
Cuando ingresé al baño, las piernas apenas me respondían. A mi edad, me habían sacado dos eyaculaciones casi una tras la otra. Me observé al espejo para descubrir si era yo o sólo había sido un sueño.
Lo que vino después fue una amena conversación sobre las páginas donde publica y los variados nombres que usa, el nivel de las chicas que trabajan y la higiene del lugar.
Cuando salí, me dirigí a la avenida Córdoba y me encaminé hacia el Mini Carrefour.
-El paquete de xxx gramos sale $ 64.- -me dijo la vendedora tras el mostrador.
-¿400 gramos? –pregunté- ¿No hay uno más grande?
-Con el de xxx está bien, don… -me dijo el padre desesperado.
-El de xxx gramos sale $ xxx.- y sólo tenemos uno.
-Dame ese –pedí.
Cuando pasamos la caja, donde mi tarjeta registró la compra, le entregué la bolsita con el paquete. Lo tomó en silencio.
Noté que apenas podía hablar.
-Gracias… gracias don… -me dijo mirándome a los ojos.
Tomé $ xxx.- y se los entregué.
-¿Dónde te recetaron esa leche?
-En el Clínicas, don
-¿Y allí no tienen leche para entregártela?
-No, me mandaron al hospital municipal pero allí te preparan una sola mamadera y se la dan ellos mismos, pero de lunes a viernes.
Pensé: "una leche tan cara a un hombre sin trabajo fijo, que vive en una casa tomada, sin electricidad ni gas".
-Con el dinero comprate una botella de agua mineral, no uses el de la canilla para un bebé…
Cuando salí del Carrefour, con mi bolsa de zonceras, lo observé alejarse con la botella de Eco de los Andes y su leche.
Al subir al auto todavía tenía ese sabor amargo que te deja la injusticia de gobernantes enriquecidos (que compran con nuestro dinero dos millones de dólares) y miles de indigentes viviendo como pueden.
Se que pude haber sido engañado.
¿Y qué carajo importa?
Gasto dinero en gatas y estupideces y no me quejo.
Mi conciencia me decía que había hecho lo correcto. Eso sí importaba.
Por un tiempo, el bebé tendría la leche que la madre, al borde de la desnutrición no podía producir.
¿Sirve quitarle una gota a la inmensidad del océano de la miseria humana?.
No lo sé.
Para este pobre muchacho sirve.
Recordé a mi profesor de antaño: “Un hombre desesperado, un hombre necesitado, no es un hombre libre”
Y aún tenemos muchos miles de hombres y mujeres no libres en Argentina.-
Total.esunratito
$ xxx.- 1 hora de masajes y sexo.-
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La leche
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LA LECHE
-Por favor, señor, ¿me compra una leche que mi hijo esta llorando de hambre?
El pedido del joven de cara mustia y ojos desesperados me sorprendió cuando pretendía ingresar al Mini Carrefour de Córdoba, casi esquina Paraná.
-Si, no hay problemas… -le dije y me dispuse a ir al supermercado.
-No, señor, la venden en Farmacity, es una leche para bebés…
-Esta bien, no hay problemas… vamos… -ingresé al Farmacity que se halla al lado del Carrefour con el joven detrás. Se dirigió con paso apresurado al mostrador…
-Tome, don, sólo tengo siete pesos, la leche es cara… -se los rechacé.
Había llamado por teléfono luego de varios intentos frustrados con otras masajistas que se disculparon porque tenían reservas. Logré conseguir un turno para dentro de 20 minutos.
Cuando llegue a Paraná al xxx subí al 8º pido y apreté el timbre.
La xxx me abrió e hizo pasar a una habitación muy bien arreglada, camilla de masajes, aire acondicionado y una cama 2 plazas a menos de un metro.
-Te voy a presentar las chicas… -me dijo y se retiró.
La primera era una rubia alta, de buenas formas y pechos naturales y la segunda una morocha con acento centroamericano, muy simpática y cuyo nombre olvidé en el éter de mi calentura.
Elegí la rubia. Si bien tiene alrededor de 42 a 43 años y publica como madura, su físico denota visitas al gym. Su nombre de guerra es Desiré y es mucho más linda y simpática que en las fotos.
Ya higienizado me acosté en la camilla para recibir unos masajes bastante buenos, con ágiles dedos desatanudos y ataques a las zonas más críticas, como ser: cervicales y columna.
La música, el silencio de la dama y los masajes casi me hicieron dormitar.
El “date vueltas”, de Desiré, llegó a los 15 minutos, para lo cual se quitó toda la ropa (sólo estaba en tanga y un breve corpiño que resaltaba sus pechos).
Los pezones estaban erectos, tan erectos como el miembro que atrapó con la mano cargada de crema.
No tuvo que esforzarse mucho. Cuando logró la dureza buscada, comenzó con un bucal caliente, de lengua y labios, chupones y lamidas por toda la zona erógena.
-¿Vamos a la cama? –invitó Desiré con un mohín.
Y allí se desató todo el erotismo y la experiencia de una profesional del placer.
Comenzamos con un 69 que la hizo suspirar mientras movía su pelvis para lograr mayor contacto lingual y refregar el interior de sus labios vaginales.
Luego de varios minutos se dio vueltas y se montó sobre el miembro, y practicó una cabalgata como si jugase un partido de polo en ese habitáculo de fresco aire acondicionado y música relajante.
El primero salió en esa posición.
Prolongado y en silencio. Como esas eyaculaciones suaves y placenteras.
Casi sin dejarme recobrar el resuello, me quitó el látex e higienizó con el tradicional rollo. Pedí ir al baño para completar dicha higiene.
[Solo miembros ven links]
Hablamos de nada. Del tiempo que hace que están en ese departamento. De su periplo por varios otros.
Y, tal vez, allí tomó la decisión.
Atrapó nuevamente el miembro y comenzó a acariciarlo, sorprendiéndome que se despertara cual Ave Fénix y se pusiera casi listo para reiniciar el acto sexual.
Pero esta vez Desiré fue diferente.
Bucal y mano, en un 69 que –confieso- buscó ella.
Así, durante varios minutos, con jadeos y temblores que preanunciaban una nueva erupción.
Casi al límite de tiempo, me clavó los dedos en las pantorrillas y se tragó el miembro hasta el fondo, mientras sentía tensarse sus músculos en un orgasmo suspirado y cargado de temblores musculares.
Eso me produjo una eyaculación placentera, que ella supo exprimir hasta la última gota con esas manos expertas de experiencias vívidas, en el recorrido de sus años como profesional.
Cuando ingresé al baño, las piernas apenas me respondían. A mi edad, me habían sacado dos eyaculaciones casi una tras la otra. Me observé al espejo para descubrir si era yo o sólo había sido un sueño.
Lo que vino después fue una amena conversación sobre las páginas donde publica y los variados nombres que usa, el nivel de las chicas que trabajan y la higiene del lugar.
Cuando salí, me dirigí a la avenida Córdoba y me encaminé hacia el Mini Carrefour.
-El paquete de xxx gramos sale $ 64.- -me dijo la vendedora tras el mostrador.
-¿400 gramos? –pregunté- ¿No hay uno más grande?
-Con el de xxx está bien, don… -me dijo el padre desesperado.
-El de xxx gramos sale $ xxx.- y sólo tenemos uno.
-Dame ese –pedí.
Cuando pasamos la caja, donde mi tarjeta registró la compra, le entregué la bolsita con el paquete. Lo tomó en silencio.
Noté que apenas podía hablar.
-Gracias… gracias don… -me dijo mirándome a los ojos.
Tomé $ xxx.- y se los entregué.
-¿Dónde te recetaron esa leche?
-En el Clínicas, don
-¿Y allí no tienen leche para entregártela?
-No, me mandaron al hospital municipal pero allí te preparan una sola mamadera y se la dan ellos mismos, pero de lunes a viernes.
Pensé: "una leche tan cara a un hombre sin trabajo fijo, que vive en una casa tomada, sin electricidad ni gas".
-Con el dinero comprate una botella de agua mineral, no uses el de la canilla para un bebé…
Cuando salí del Carrefour, con mi bolsa de zonceras, lo observé alejarse con la botella de Eco de los Andes y su leche.
Al subir al auto todavía tenía ese sabor amargo que te deja la injusticia de gobernantes enriquecidos (que compran con nuestro dinero dos millones de dólares) y miles de indigentes viviendo como pueden.
Se que pude haber sido engañado.
¿Y qué carajo importa?
Gasto dinero en gatas y estupideces y no me quejo.
Mi conciencia me decía que había hecho lo correcto. Eso sí importaba.
Por un tiempo, el bebé tendría la leche que la madre, al borde de la desnutrición no podía producir.
¿Sirve quitarle una gota a la inmensidad del océano de la miseria humana?.
No lo sé.
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Y aún tenemos muchos miles de hombres y mujeres no libres en Argentina.-
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