¿El mensaje rompe las reglas?
Reporta a CANGUL
[XP] Escort Zafi - Un regreso al ruedo con sensación de triunfalismo - Congreso
04-May-2025, 01:14
Hola colegas como estan, llevo un tiempo totalmente fuera del ruedo por distintos motivos que fueron desde lo economico, profesional, e incluso amoroso. Hoy estas 3 etapas de mi vida estan bastante bien manejadas con lo cual volver es un mero regalo y queria hacerlo a lo alto. Les agradezco fuertemente a quienes comparten porque hicieron de mi busqueda mucho mas amena y sencilla en cuanto a lo que deseaba para este "reencuentro gateril" y en cuanto a lo que siempre me ha gustado de una "amiga" de turno, y Zafi lo tiene con creces!!!
Quienes me conocen (ah que se hacia el importante naqueve..) saben que soy de escribir mucho cuando cuento un relato.
TLDR: La pasé genial y Zafi tiene a parte de un señor trasero, una onda espectacular y reimos tanto que pienso volver muy pero muy seguido.
La ciudad respiraba ese aire denso y expectante de una noche porteña que prometía secretos. En mi mente, las reseñas y ecos de experiencias previas con Zafi resonaban no como simples anécdotas, sino como coordenadas hacia un destino anhelado. Había navegado por encuentros fugaces, por promesas a medias, pero algo en las descripciones de Zafi –esa mezcla de belleza juvenil, actitud cómplice y, sí, esa anatomía que desafiaba la gravedad– me decía que aquí podía terminar mi búsqueda. La confirmación por WhatsApp fue un trámite, un simple clic que sellaba el preludio. El viaje a Congreso se sintió distinto; no era la ansiedad nerviosa de lo desconocido, sino la serena convicción de quien va a reclamar algo que, de alguna manera, ya siente suyo. Avenida de Mayo, el portal conocido, el portero con su máscara de indiferencia (o quizás, de guardián de secretos bien guardados). El ascensor, una cápsula ascendente hacia el nido. Y entonces, la puerta entreabierta y su figura recortada en el marco: Zafi. Morena, una sonrisa que mezclaba picardía y bienvenida, vestida con algo mínimo que apenas contenía la promesa de lo que vendría. El pago fue casi ceremonial, un peaje aceptado para entrar en su órbita. La ducha, ofrecida con una toalla impecable, fue el rito de purificación necesario; el agua tibia limpiando no solo el cuerpo, sino también los vestigios de encuentros menores, preparando el lienzo para una obra maestra.
Al salir del baño, el aire ya estaba cargado. No hubo preámbulos torpes. Su beso fue directo, una declaración de intenciones sin palabras. Mis manos, como exploradores llegando a tierra prometida, redescubrieron la firmeza de sus pechos naturales, coronados y altivos. Nos dejamos caer en la cama, un universo mullido donde el tiempo parecía empezar a distorsionarse. Recorrí cada curva, cada textura, deteniéndome en la suavidad de su piel, en el contraste con la tensión de sus músculos jóvenes. Ella, captando la cadencia, se incorporó y sus labios encontraron mi miembro con una calidez y una habilidad que trascendían la mera técnica; era una entrega, una forma de comunicación profunda y carnal. La bajada de su tanga fue un descorche lento, revelando el epicentro del deseo. Como en un ritual sagrado, me arrodillé. La exploración de su intimidad, primero boca arriba, sintiendo su respiración acelerarse, luego en la posición primordial, a cuatro patas, ofreciendo esa dualidad fascinante de su sexo y el inicio de su increíble retaguardia. Mi lengua trazó mapas, buscando memorizar cada pliegue, cada sensación, dejando una estela húmeda que anticipaba la unión mayor. El ambiente se tejía con suspiros, con el roce de la piel, con la certeza creciente de que esto era exactamente lo que buscaba: belleza, entrega y una química que incendiaba el aire.
El deseo era ya un torrente a punto de desbordarse. Sentía la inminencia del final, mi cuerpo tenso preparándose para la liberación. Estábamos en misionero, sus piernas rodeándome, mirándonos fijamente en una conexión casi eléctrica. Justo cuando creí que no podría contenerme más, que la explosión era inevitable, Zafi sonrió, un destello en sus ojos. Con un movimiento fluido y seguro, rompió el contacto visual y, con una agilidad sorprendente, giró, deslizándose hasta quedar boca abajo, arqueando ligeramente la espalda. Fue un instante de desconcierto, una pausa inesperada en el ritmo frenético. El clímax inminente se replegó, contenido, pero en lugar de frustración, sentí una oleada de admiración y una intensificación brutal del deseo. Fue una demostración sutil de control, una invitación a seguirla a su terreno, prometiendo algo aún mejor. Ese breve instante de interrupción, esa muestra de su dominio lúdico del tempo erótico, fue el catalizador final.
Y entonces, me acomodé detrás de ella, volviendo a la posición de cuatro patas que tanto magnificaba su figura. Y ahí estaba: el centro de todo. Su trasero, esa obra de arte que las palabras apenas podían rozar. Aunque sabía, por relatos previos, que había límites sagrados que no se cruzaban, la forma en que lo ofrecía a la vista, a la cercanía, era una maestría en sí misma. No era solo la forma perfecta, la curva desafiante; era cómo lo movía. Cada embestida mía era recibida y acompañada por un movimiento suyo, un sutil pero devastador arqueo y contracción que amplificaba cada sensación. No necesitaba más. La visión de esas nalgas firmes y redondas moviéndose al compás, el sonido rítmico de nuestra piel chocando – como describió un colega, "el único ruido para mis nalgas" –, el sentir cómo respondía, cómo usaba su cuerpo para maximizar el placer sin entregar esa última frontera... era hipnotizante. Era pura habilidad, un dominio intuitivo de su físico que te llevaba al borde de la locura. Mis manos se aferraron a sus caderas, siguiendo su ritmo, perdido en la contemplación activa de ese arte en movimiento. La tensión acumulada, potenciada por el bloqueo anterior, se disparó. Fue una explosión total, un torrente liberado en el látex, vaciándome por completo mientras mi vista seguía fija en el espectáculo sublime de su retaguardia en acción.
La Certeza de Haber Encontrado el Puerto
Quedamos inmóviles un instante, recuperando el aliento, el eco del clímax vibrando aún en la habitación. Una risa suave escapó de sus labios, cómplice, satisfecha. La segunda ducha fue diferente; ya no era preparación, sino consagración. El agua tibia se sentía como una bendición sobre la piel sensible, mientras la mente procesaba la magnitud de la experiencia. Al despedirnos, con un beso que sellaba no una promesa vaga, sino un pacto tácito, lo supe con una claridad absoluta. Zafi no era solo una cita más, ni siquiera la mejor hasta ahora. Era el hallazgo definitivo. La combinación perfecta de belleza impactante, entrega genuina, una habilidad exquisita para manejar los tiempos y las sensaciones, y esa joya de retaguardia que sabía exhibir y utilizar como nadie, convirtiendo la limitación en un arte de la seducción visual y táctil. Era todo lo que buscaba y necesitaba en esta clase de encuentros. La búsqueda había terminado. Zafi era, desde ese instante, mi "amiga" de cabecera, el puerto seguro al que siempre querría regresar. La certeza era tan sólida como el recuerdo imborrable de su cuerpo moviéndose en la penumbra.
Espero que la cuiden mucho porque necesito verla seguido, asique porfa, tratenla con el cariño y cuidado que se merece cualquier persona que, aunque sea a cambio de un acuerdo economico, nos brinda un buen momento que tanta falta le hace a este mundo.
Abrazo psicologico.
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