Escort Somal - Peregrinación pecadora de Semana Santa (día 1)

Jueves Santo, arreglo con Somal, muy fácil, como siempre, y me voy a verla cerca del mediodía. Entiendo que Somal es un caso muy discutido acá, ya que hay quienes disfrutan de los placeres que les ofrece semejante hembrón y otros que no se sienten del todo satisfechos porque no es besuquera o porque aducen mañas de algún otro momento, cuando la vieron, antes de que las perdiera. Yo no necesito mucho de los besos y siempre que me vio me trató con muy buena predisposición; tal vez tuve la suerte de que de alguna manera nos entendamos, lo que a su vez se sostiene y se incrementa porque reincido en mis visitas.

Ésta era la tercera vez que la veía, y la tercera vez que la veía en un lugar distinto: nunca la había visto dos veces en el mismo lugar. Ahora está en una zona de caro significado patrio, a una cuadra de la Av. de Mayo entre el Cabildo y el Congreso. Lo bueno que tiene este departamento es que debe bajar a abrirte: antes te recibía directamente en el departamento y en cuanto abrías la puerta te encontrabas ya vestida para la guerra, imagen que, como muchos ya describieron acá, te deja medio grogui; ahora te tiene que recibir vestida de civil, con la ropa con la que sale a hacer las compras o con la que sale a tomar algo, lo cual también deja ver tremendo hembrón, pero todavía en un estado anterior al de la batalla, cuando te la imaginas en bolas y te imaginás que no te van a alcanzar las manos para sacarle todo. En este caso, bajó en short y remera, con lo cual todos podrán hacerse la idea de cómo le marcaba la figura.

El departamento es como todos los que tuvo, de limpieza y orden impecable. En cuanto salí del baño, de higiene intachable, ahora sí la mulatona estaba en lencería y tacos. De la acción no puedo decir mucho, en cuanto la veo me mando un clavado para meter la cara en ese culo infartante, situación que ya venía imaginando con un hilo de baba en la boca desde hacía un par de días, y luego en las tetas (quién podría desestimar esas bellezas); luego un oral hermoso, con una boca creada por Dios o por el Diablo especialmente para eso, a ritmo justo, ni muy suave ni muy rápido, de manera que se siente perfectamente la presión de los labios y el estímulo del movimiento que hace con ellos. Como siempre me ocurre, cuando se agacha sobre el cajón para agarrar el condón, no puedo evitar arrodillarme para degustar un segundo plato de esa cola. En cuanto lo ponemos, la acomodo en cuatro sobre la cama, con mis pies en el piso, y le doy desde atrás (qué locura cuando gira un poquito la cabeza para mirar). Desde adentro, con la luz del sol afuera, la cortina se trasluce un poco y deja ver los edificios de la vereda de enfrente; mientras le estoy dando pienso: "sabrá alguien, se imaginarán, que hay acá semejante bestia a la que le están sacudiendo esta terrible cola?" No duré mucho, no pude evitar terminar en diez minutos; y se lo dije: "vos me liquidas en seguida". Como siempre, después de terminar arranca la Somal verborrágica que te cuenta mil cosas.

Sé que me quedó un relato un poco inflador, pero estoy expresando con toda sinceridad un encuentro con alguien con quien yo la paso muy bien (cada uno la pasará a su manera). No creo que Somal, que a esta altura es muy conocida acá, necesite que la recomienden. Para demostrar que soy sincero, les cuento que otro día, después de éste, tuve otro encuentro con ella en que no me fue tan bien. No sé si venía estresado, nervioso o qué, en un punto no pude seguir, se me bajó y me quedé con toda la impotencia y toda la bronca de no haber podido tener una satisfacción completa con esta diosa de ébano con la que 9 de cada 10 tipos debe fantasear.

Por lo pronto, el de este Jueves Santo sí fue un encuentro perfecto. Al día siguiente me esperaba el día dos de la peregrinación. Y luego, el sábado, mi cabecera. El Domingo de Pascua me vi obligado a respetarlo ya que no encontré a ninguna.

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