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Le escribí a varías señoritas, pero Lucero fue la que me respondió más rápido y encima con audios cariñosos con una voz llamativa. Coordinamos para vernos por la tarde, llegué al lugar, me pasó la altura, no estaba el portero así que ella bajó a abrirme la puerta.

Subimos juntos por el ascensor y entramos a su depto, un monoambiente, con una cama grande y un espejo enorme en la pared al frente de la cama. Con un baño con todo lo necesario, toallita limpia, jabón líquido y agua caliente. Me ofreció cortésmente un vaso con agua.

Luego de darme una ducha y entregarle su regalito, el deseo se encendió de pie. Nuestras lenguas se encontraron mientras mis manos despojaban su cuerpo de las telas que lo cubrían, revelando sus senos para adorarlos con mi boca, ella los sujetaba para que succioné sus pezones. Tomé asiento al borde de la cama, con el gran espejo como testigo mudo de nuestra escena. Ella descendió de rodillas, una devota ante su ídolo, y me regaló un oral sin barreras. Fue húmeda, profunda, una entrega total donde su garganta acogía mi pija entera, lubricando con saliva el camino con desenfreno. Al ver cómo se lo tragaba todo, la urgencia me dominó; me puse de pie, sujeté su cabeza con firmeza y poseí su boca, marcando el ritmo de mi placer en sus fauces.

Luego busqué el refugio de las sábanas. Me acosté, me puse un preservativo y ella ascendió para cabalgarme, moviéndose sobre mí con destreza. Buscando nuevas vistas, le pedí que se girara; entrelazó sus piernas bajo las mías para hacer un cowgirl invertido, regalándome unos embates poderosos contra mi pelvis. Tras disfrutar de ese vaivén, tomé el control. Me arrodillé y la coloqué en cuatro sobre la cama, entregándome a una penetración profunda y constante, consciente de que el tiempo comenzaba a escurrirse.

Quedaba poco tiempo, pero el clímax se anunció. Le confesé mi necesidad de liberar la tensión y su respuesta fue la melodía perfecta para mis oídos: "Acábame en la boca", respondió. Esa sumisión voluntaria terminó de encenderme. Me despojé del preservativo y me recosté. Ella se aferró a mi miembro viril con avidez, ejecutando un oral exquisito y placentero que me arrastró hasta el borde, hasta que mi esperma se derramó finalmente en la calidez del interior de su boca.

Tras una última ducha y una charla distendida, donde incluso me confesó que tiene una compañera de piso, me vestí. Me acompañó hasta la salida del edificio y, con un beso de despedida, cerré un capítulo.
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En conclusión, lo que la hace destacar es su actitud ante el placer masculino, es una mujer muy amable, no solo tiene una buena técnica de garganta profunda y visualmente impactante, sino que su disposición a recibir tu final en su boca y pedirlo explícitamente demuestra un nivel de entrega que pocas ofrecen.

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