Escort Mili MP - La Domadora de las 1000 Cabalgatas

JUEVES 24. JULIO. Cerca del mediodía. Microcentro.

Puede ser Plan A, B o C. Nunca defrauda; la vieja confiable. Y en los años que ya llevo viéndola, siempre encuentra la manera de reinventarse y pegarte una tremenda burra hasta dejarte más seco que tu HOME BANKING.

Me dirijo casi por ósmosis hacia Suipacha 2xx y me avisa 3 minutos antes que, si estaba cerca, le toque tiembre. Me viene bárbaro ya que me estaba remil meando. Toco timbre, me abre ella. Entro como pancho por mi casa, me dirijo hacia los ascensores y andaban mal. Subo por escaleras más de 3 pisos. Dicho ejercicio me acaloró y empezó a irrigarme sangre en la tripa. Llegué, golpeo, me abre. Lencería negra de encaje (bata, tanga y pantuflas; el combo perfecto) para recibirme. Hay buena calefacción en el departamento. De repente, una puerta se cierra furtivamente. Pues claro, su colega evitó a tiempo un cruce incómodo con un colegato. Sigo de largo. Me ofrece una toalla (o dos) para pasar al baño. El mismo, estaba impecable. No vi nada raro. Salgo del baño y me desnudo y en un micronanosegundo, casi desesperado. Acostados semi desnudos nos besamos un buen rato, de menor a mayor intensidad. El chape me puso más duro que esperanza de pobre; no aguanté mucho más y pedí forrito. Tiramos poses entre convencionales y pseudo extravagantes. Los cambios de ritmo dominaron la faena. La jefa cuando se suelta, y se la escucha gemir tímidamente, es un elisssir. Pero claro, no es un pleno cuando ella toma las riendas y elije sentarse en el amigo. Ahí deberían amarrarnos con algún cinturón o soga, porque La Campeona de la Doma resurge y te deja KO.

Con eso y con todo, una mini racha de orgasmos consecutivos se apilaron repetidamente y salieron uno tras otro sin resistencia alguna. Gran momento para mi ego magullado. Miré mi reloj, faltaban 15 minutos. Los suficientes para que Mili haga otra de sus maravillas: EL PETERETE. Su oral domina todos los aspectos, movimientos y zonas que sabe que nos gustan. Me cuelgo un buen rato, me dejo llevar. Hago contacto visual, ella gime, yo gimo. Explota el volcán en su boca. Solo soy un cuerpo sudoroso que queda inerte en una cama desecha escuchando la alarma de su teléfono. Va al baño a deportar la descendencia. Me visto como desvisto: en un micronano segundo. Le pago lo pautado. Me acompaña hacia la salida en una charla indistinta. Piquito de despedida. Bajo de nuevo por las escaleras con mis piernas tambaleantes.

Finalmente, la calle me recibe con una mueca de felicidad sabiendo que pronto, o cuando sea, volveré a repetir esa escena.
Gracias y hasta todos los momentos.

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