Yazmín, excelentes masajes. Matraca que te explota el alma – material

Hola. Sin mucho preámbulo o historias que nada tienen que ver, voy directo al grano, una experiencia que es un viaje sin escalas al nirvana sexual con Yazmín, una masajista paraguaya de 1.73, rubia, de piel blanca como porcelana fina y curvas que harían chocar a cualquier colectivero distraído. Ojo, no estamos hablando de una modelo flaca y seca. No. Yazmín es generosa en todos lados: tetas grandes (90 y pico de busto), cola carnosa de unos 100 y una sonrisa que desarma.
Reservé una hora por 70.000 (también me pasó en el speech 50 media hora), con la promesa de masajes relajantes y mucho más. Cuando llego, me recibe con escote que resalta los pomelos y pollerita azul, corta como bufanda, pelo suelto pero prolijo y una voz suave que transmitía paz. Una dulzura. Me hace pasar a una camilla grande, con música bajita y tranquila, iluminación tenue y un aroma a incienso que ya te afloja los hombros antes de arrancar.
Me acuesto boca abajo y arranca la obra maestra de las manos: me aplica aceitito y empieza a recorrerme la espalda de arriba abajo con presión justa. Nada mecánico ni de compromiso, los dedos de Yazmín tienen GPS emocional, sabe dónde tocar para que se vaya el estrés acumulado de la semana (y del año). Me trabaja los omóplatos, la zona lumbar, la parte de los gemelos. En un momento se sube a la camilla para llegar mejor y ahí ya me tenía en modo flan de vainilla, así de tembleke. Cada caricia suya tenía una intención. Después me pide que me dé vuelta y ahí el masaje empieza a coquetear con lo indecente. Me recorre el pecho, los muslos, el bajo vientre… hasta que, sin que lo pida, baja despacito y empieza un oral sin forro de colección. Se lo devora. No exagero. Cabecea como si le debiera plata, pero con ternura, hace contacto directo a los ojos, babea, juega con la lengua, y encima me acaricia los huevos con una mano mientras con la otra me agarra del muslo como para que no me escape. Una locura. Le pongo forro y arranco la matraca sobre la misma camilla, ella sentada arriba mío con esas gomas rebotando en mi cara. Después se da vuelta sin bajarse, en una especie de parados pero contra la camilla, mostrándome esa cola redonda como luna llena. No le hace falta espejos, el espectáculo está ahí nomás. Cambio de ángulo, la levanto y me la pongo en misionero, patas al hombro, y me mira con esa cara como diciendo hace lo tuyo, animal Se mueve, se entrega, me besa mientras me la clavo más adentro, me dice cosas sucias al oído. Terminamos en un puff que tenía al lado, en cuatro, con ella empinada como diosa tribal, y yo ya en modo puma poseído por el diablo, embistiéndola con ritmo de final de Champions. Acabé como si me hubieran ordeñado con arte, sacando lo que no saqué en tres semanas. Me separo jadeando como perro después de pasear en el parque y ella, sin perder la dulzura, me acaricia el pecho y me dice anda duchate tranqui papi, agua bien caliente te dejé. Y así fue. Me metí a una ducha con presión perfecta, agua caliente como me gusta, jabón rico, toalla limpia y sensación de que acababa de cometer el crimen perfecto: sexo explosivo, sin rastros, sin testigos y con el alma flotando. Salgo, ella me da un último beso, y me voy por la calle con cara de “no saben lo que acabo de hacer”...

Resumen para los más vagos:
Yazmín te mima, te relaja y te destroza. Masajes reales, pete profesional, garchar con ganas, sin apuro, sin frialdad. Una mujer de buenas curvas, trato impecable y servicio premium. Recomendada si te gustan las geishas de manos mágicas y garganta sin fondo.

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