¿El mensaje rompe las reglas?
Reporta a Lord Carrington
[XP] Alicia: Valió la pena aplicar la lógica de Groucho.
Hoy, 13:17
Antes de comenzar quiero dejar en claro que en este rubro tengo dos principios que son inclaudicables y no negocio. 1) No pago adelantos y 2) No paso fotos.
Bueno...Aclarado esto digamos que hasta el momento de conocer a Alicia jamás había cuestionado estos preceptos. Pero terminé parafraseando al querido Groucho Marx "Estos son mis principios, si no le gustan, tengo otros". La posibilidad de un encuentro con una dama atractiva y con buen servicio me hizo mirar de reojo, con recelo, mis propias creencias y dar luz verde al encuentro con alguien a quien hace rato quería conocer. Un claro ejemplo que, en momentos de excitación, desplazamos al cerebro a un segundo plano y razonamos con la parte genital. O, quizás, tengo el "SI" muy fácil. Pensándolo bien, sobre todo en el ámbito civil, gran parte de mi vida he incurrido en este tipo de conductas poco racionales.
Alicia es hiper profesional. Se maneja con precisión suiza con el tema turnos y reservas. Es puntual, educada e higiénica y exige lo mismo de parte del cliente. Por su seguridad se maneja con dos requisitos excluyentes. 1) Selfie del momento y 2) Seña por transferencia bancaria para poder reservar un turno. No voy a entrar en un debate sobre el tema. Ya manifesté mí postura en varias ocasiones. Y claramente me metí los principios en el orto . En fin....el efecto Alicia fue más fuerte que mis convicciones.
Cumplidos todos los requisitos, a la hora convenida me dirigí al famoso edificio de Córdoba al 900. Le mandé mensaje y Alicia bajó a abrirme. La vi salir del ascensor con un vestido largo y una sonrisa radiante. Me pareció incluso más bonita en persona que en las fotos. Pero más allá de la belleza me gustó su actitud y su buena onda. Muy simpática. Quizás por la inflexibilidad de los requisitos para reservar la cita, y su formalismo por WhatsApp, la imaginaba un tanto más rígida en sus formas. Así que me sorprendió gratamente encontrarme con una dama muy suelta y agradable.
El departamento es un fiel reflejo de la personalidad de su dueña. Una pulcritud superlativa y un lugar agradable donde reina el orden y el buen gusto. Un palier de entrada con un banco de madera para dejar las cosas y un perchero para colgar la ropa. El resto es un monoambiente en una especie de mini "L". Una camilla para masajes, una mesa pequeña (dónde al final del encuentro disfrutamos del famoso café) y al final una cama / tatami con espejos estratégicamente ubicados para no perder detalle de todo lo que suceda dentro de ese "cuadrilátero". El baño, párrafo aparte, es de lo más limpio y completo que he visto. Todos los elementos de higiene que uno pueda imaginar y hasta la cinta de "desinfectado" en el inodoro como si uno ingresara a la habitación de un hotel. Los carteles indicando como proceder a una correcta higiene me dieron una mínima idea que muchos de los visitantes no deben cumplir con normas que deberían ser básicas. En fin....
Cuando salí del baño Alicia se había cambiado y estaba con una malla enteriza negra que resaltaba su físico por demás cuidado. Buenos besos, caricias, franeleos que iban progresivamente subiendo de intensidad junto con la excitación que provocaban. La rubia está ahí, activa. No se ata a ningún manual, a ninguna rutina. Tiene un servicio muy personalizado. La notás que está presente, atenta. Te pregunta, te propone. Se involucra. Deja volar su mente. Nos metimos lengua por dónde quisimos. Colocamos protección y cogimos con ganas. El tiempo en ese departamento tiene una cronología diferente. Pasa rápido y a la vez parece detenerse. Alicia no pone alarmas, no mira el reloj. Deja que las cosas fluyan. Y vaya si fluyen. Después de infinitas poses, y de estar ambos exhaustos y transpirados, me saqué el forro y dejé que las expertas manos de la dama ordeñen mi pija y un chorro considerable aterrice quién sabe dónde. A esa altura de mi visita ya estaba en otro mundo.
Nos quedamos abrazados un rato en el tatami y Alicia super atenta me preguntó si no estaba apurado para que me hiciera unos masajes. Como decirle que no. Pasamos a la camilla. Debo reconocer su expertise en el tema. Me dejó super relajado. Me di una ducha y como si fuera poco me preparó un café que nos quedamos disfrutando, sin apuro, sentados conversando. Claramente un servicio premium. Te hace olvidar que es una masajista erótica. Terminás creyendo que es tu amante. Sinceramente un 10. Chapeau.
En épocas dónde el modelo taylorista de la cinta transportadora se replica en los servicios de algunas damas, cruzarme con Alicia fue una vuelta a lo artesanal, al diseño personalizado. Un oasis en pleno ajetreo de la dinámica devoradora de la ciudad de la furia. Esa pausa necesaria para resaltar los placeres más mundanos. Ese café final, desprovisto de cualquier prisa, fue una rara avis en medio de la selva urbana.
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