Escorts en Mendoza

[size=18:326d5e1450]La enana parlanchina con anal estrechísimo apuradito

Vi el aviso en el diario: “Paolita, francesita sin, anal estrechísimo. Patricias seiscientos treinta y algo, primero once” y esa mañana me mandé para la locación indicada. Cuando me abren la puerta del depto, me recibe una rubia tamaño mini, de 1 metro y 50 cm. con tacos así que ya que soy enano, en ese momento me sentía como Ginóbili. Hacemos un precio concertado de 500.000 australes por quince minutos. Me apuro a embolarme y acceder a un baño de 2x1 metro, para ganarle a la piba y disfrutar enteros los 15 minutos de ludibrio y molicie.
La chica de referencia se aparece en la pieza y comienza a besuquearme la boca y a toquetearme los bajos. En ese instante, se me baja, me agarra el pedazo y comienza las acciones succionadoras sin forro y sin cuero. Me ofrezco a devolverle la gentileza con una buena lamidita por delante donde compruebo que hasta los pelos de la champa los tiene rubios, cosa que me excita más porque habitualmente se ven conchas negras y aún después de haberla afeitado se siguen viendo de color marrón africano. La doy vuelta y empiezo la lamerla por atrás. Ya, bien calentitos los dos, ella procede a colocarme el forro, le da unas lengüetadas para mojarlo, se me sube y coloca mi aparato en su conchilla. Se mueve como loca y empieza a decir: “dale papito, metémela todita”. Sus deseos son órdenes, pienso y dejo que ella haga el gasto físico. Tres cuatro subiditas y bajaditas y se levanta, se pone en cuatro patas y me pide que la haga la cola: “clavámela, dame toda tu lechita”. En ese momento, se la meto y empieza a decir las mismas cosas que se dicen en las películas cochinas: “Ahh! Sí, dale más fuerte, así, bien, más, más…”. Esta sobreactuación me empezó a caer desagradable. Entonces me dice: “dale, gordo, que se te termina el tiempo”.
Coincidiendo con Einstein y Hawking que el tiempo es relativo, me parece que no han pasado más de siete u ocho minutos y pregunto: “Cómo? No eran quince minutos?” Síi…., pero ya estamos llegando al final.”
Lo primero que pienso es: “¡Cómo pasa el tiempo! Y más cuando uno lo disfruta. Tal vez me entretuve de más en el precalentamiento”. Me dice nuevamente: “Terminá porque ya se pasó”. El efecto que tuvo la frase fue como un balde de agua helada en la pinchila. Se me desinfló. Me quedó toda la crema adentro con ganas de largarla en breves minutos. La enana me agarra la chulapi, se la saca y se levanta de la cama. Entonces pregunto: “¿Y cuánto valen cinco minutitos más?”, a lo que responde: “No, si querés más vas a tener que pagar otros 50”.
Sin ganas de discutir, me levanto, me saco el forro y me voy al baño a hacerme las abluciones post coito, la mujer sale en bolas de la pieza y va a decirle al manager que ya está. Se escuchan voces adelante. Antes de vestirme, aprovecho para dejar el forro escondido entre la almohada y la funda. Y pienso: “tomá, te dejo un ragalito, culiada de mierda, porqué no cobrás 60 y tené la delicadeza que ya que me trataste bastante bien, por lo menos dejame terminar como corresponde”.
Me preparo a salir y alcanzo a ver detrás de un cortinado junto a la entrada que hay por lo menos dos hombres y otras dos mujeres charlando todos sentados en un sillón que ocupa un un espacio de 3x2 metros.
Resumiendo:
1) La atención es buena, si venís cargado y largás la leche a los 8 minutos.
2) Te matan con el tiempo, te lo afanan mitad por mitad.
3) La tremenda calentura que tenía la mina (aparentemente) se terminó de golpe.
4) Recomiendo a los que lean esto, que lleven más plata o que directamente no vayan a ese depto. Porque nadie garantiza que si pagando 100 mangos por media hora, no te corran a los quince minutos, para colmo el tema de la sobreactuación, no se lo cree ni el jurado de Tinelli.
5) Alerta. No vayan, o por lo menos no se hagan atender por la gurrumina, que dice ser la dueña del establecimiento, pero debe rendir cuenta a un 840.[/size:326d5e1450]