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Amigos del Foro: Hace unos días conocí íntimamente a Vero... Hacía tiempo que quería hacerlo, pero uno ya no sabe qué hacer... Tantas niñas hermosas... tantas experiencias atractivas... Además, conociendo ya a muchas niñas gracias al Foro, muchas veces uno desea reincidir. Pero a esta chica la tenía en el bocho desde mi primera experiencia, que fue con Cerezita hace meses. Allí, mientras esperaba a Cere tuve el gusto de charlar con Vero, ya que comparten el departamento de la calle Suipacha. Y finalmente hice realidad el anhelo de compartir las sábanas con la morocha. Y afirmo que pasé uno de los momentos más felices en una cama. Paso a contar. Me abrió la puerta. Como ésto ocurrió el Día de Primavera, yo le entregué un ramo de flores, y ella me zampó un beso que me estremeció. Estaba en ropa íntima y con zapatos con altos tacos. Me llevó al dormitorio y me dijo que me pusiera cómodo, y salió por un momento. Ya que ella me llevaba ventaja (estaba casi desnuda) me despojé de mis pilchas. En seguida ella volvió. Parados, nos abrazamos, nos besamos y una de sus manos se apoderó de mi falo. Luego, a la cama, besos, caricias, risas... Y Vero entró en acción. Comenzó a besar, chupar, acariciar el pene. Recibí el agasajo de un bucal (sin) como pocos... Largo... Sabiamente realizado, por una experta. Luego vino mi respuesta, y besé, lamí, chupé su húmeda vagina y la entrada de su monumental trasero. Después, la penetración. Ella se sentó arriba mío y cabalgó largo rato, con la impresionante visión de su cuerpo moviéndose sensualmente. Después me propuso visitar esa cola sensacional. Se puso crema y quedó boca abajo. Muchos amigos foristas habrán recorrido ese camino y sabrán lo delicioso que és. Yo estaba tan emocionado con el estuche al que había ingresado que me movía tratando de no terminar. Verito gemía, jadeaba. Fue mucho tiempo el que estuvimos, como locos, pero esa forzada continencia mía, hizo que en un momento advirtiera que mi expedicionario comenzaba a perder vigor. Le dije, espantado, "¡Mi amor, se achica!!!"... Ella, experta como pocas, sin perder un segundo, se dio vuelta, le sacó la capucha y comenzó a chuparlo para forzarlo a reaccionar. Luego de una poderosa mamada, este ángel que es Verito, tomó la crema que había usado en su cola y se untó las manos, sin detenerse nunca. Como si fuera un torero que se apresta a dar la estocada final, besó el pene, como despidiéndolo, y con las manos lubricadas, me empezó a masturbar. Una mano subía y bajaba, la otra se apoderaba de los testículos, me acariciaba, llegaba hasta mi cola. Yo estaba en otro mundo. La miraba, tan hermosa, accionando tan sabiamente, sonriendo mirándome a los ojos hasta que el surtidor funcionó. Ella seguía, mientras el semen chorreaba por su cálida mano. Nos higienizamos, quedamos acostados, felices, mimándonos, besándonos, charlando. Hablamos en un momento de la masturbación. Verito me dijo que a veces, cuando no trabajaba, lo hacía. Y mientras yo le comentaba que no recordaba un acto masturbatorio de tan alto voltaje como el que había vivido, ella sonreía... "¿Te gustó?", preguntó... Yo no sabía que la cosa seguía... "Entonces..." y ya me estaba acariciando el pene, y besándolo, y untándose las manos, y comenzando la segunda paja. Vero me lo hizo nuevamente. Yo me retorcía de placer, la miraba, ella sonreía como con un juguete en sus manos. Me hizo acabar de nuevo, nuevamente la leche entre sus dedos, su sonrisa, su belleza. No sé cuánto tiempo había pasado, si diez minutos, una hora, un siglo...
Vero... Verito... imperdible... La amo...

Verito accede gentilmente a brindarse completa (y tiene mucho para darte) y acepta complacida un regalito de una roca.