Lugares (Privados, Boliches, etc.)

Hoy sábado, a eso de la una de la mañana, decido darme una vuelta por Madona.
Hace rato que no entraba, ya que en mi humilde parecer el local había decaído notablemente durante los últimos meses (si uno se acuerda que aquello fue La Saisson se pone a llorar; pero muchachos, vamos, estamos en plena posmodernidad y ya nada es lo que era, las mejores minas ahora trabajan por internet desde su casa sin estar obligadas a plantarse horas enteras en la barra de un cabaret. Lo cual no disculpa, sin embargo, que el lugar, Madona, había caído mucho, incluso para los tiempos que corren), sin embargo, apenas entro, no sé si por efecto de los varios whiskys que ya llevaba adentro me sorprende gratamente encontrar varias caras nuevas, y un par de culos también, muy interesantes.
Estoy sentado en la barra, sorbiendo tranquilamente un whisky cuando se me acerca una morocha muy muy bonita, aparentemente muy jovencita, en una minipollerita negra transparente y botas, culito de modelo, y después de darme un beso me dice que se llama Jackelyn.
Conversamos algo y en un arranque de audacia le propongo tomar algo en el paradisíaco territorio de los reservados. Un arranque de audacia, verdaderamente, porque si bien la chica era bonita su trato no pasaba de ser frío, gélido, por instantes. Pero aquel culo verdaderamente merecía la apuesta.
Y hacia allá fuimos.
Es necesario hacer notar, aquí, que cuando pidió su copa la elección de la bebida, por parte de ella, jugó un papel fundamental. Muchachos, si alguien quiere ingresar a este antro, si alguien se anima a seguir mis pasos háganme caso: convénsanla que pida champagne, o una bebida alcohólica por lo menos. Como en muchos otros casos, he notado que la ingesta de bebidas espirituosas por parte de nuestras ocasionales acompañanates, en estos antros del placer suele obrar milagros.
La cuestión es que a los pocos minutos la tenía a Jackelyn sentada arriba mío, dándome unos besos de lengua que elevaron considerablemente mi temperatura corporal. En un arranque de pasión irreflexiva, obnuvilado ya por ese culito perfecto, la hice poner de pie y empecé a darle besos en la cola. Sí, ahí mismo, en el reservado. El tipo del asiento de enfrente me miraba con ojos desorbitados. Y algo de envidia, supongo.
- Qué te parece si subimos? – dice entonces Jackelyn.
Aunque el lugar es caro ($150 la media, $200 la hora; sí, es caro, y el resto de las chicas dudo que ameriten ese precio), y aunque al principio no había pensado nada más que entrar a tomar unos whiskys, el destino me estaba llevando otra vez por sus misteriosos caminos. Y yo estaba dispuesto a seguirlo.
Dentro de la habitación proseguí con la adoración de aquel orto inolvidable. La puse boca abajo en la cama, y una vez que le hube quitado su bombachita negra empecé a besar aquella concha que también prometía ser inolvidable. Jackelyn empezó a gemir. A mí ese culo me enloquecía. Abrí suavemente los cantos y aventuré la punta de la lengua por el bordecito del ano. Jackelyn gimió mas.
Aventuré un dedo, expedición de avanzada de ya se imaginarán ustedes qué.
- No, no. La colita no – murmuró entonces Jackelyn, aún entre gemidos.
Y se dio vuelta, volvió a besarme (por Dios, como besaba, por momentos parecía una adolescente. Me dijo que tenía veinte años, pero puede que tuviera menos; no, no, señor oficial, no tantos menos..., digamos, unos diecinueve años). Después fue bajando, recorriendo con la lengua mi pecho hasta llegar al muñeco que la esperaba, erguido y ansioso. Un buen pete sin globito, pero yo seguía obsesionado por ese culo. Y debía insistir. Le aparté suavemente la cabeza, volví a posicionarla boca abajo y sosteniendole las caderas con los brazos emprendí un chupada de concha que, modestia aparte, no puedo calificar menos que sublime. Jackelyn gemía y se retorcía y pedía más, y entonces yo ví mi momento. Volví al dedito por el borde del ano (no dijo nada), después la punta de la lengua (le gustó) y finalmente el pulgar. La región ya estaba humedecida y dilatada y sólo esperaba la acometida final. Enfundé al amigo y como para ir tomando confianza, como para que se precalentara (nunca más justo el término) le dí un poco por la conchita para después, como quien no quiere la cosa, casi como por casualidad, cambiar hacia ese conducto que a esta altura ya me llamaba,
- Ay, no, te dije que no – gimió Jackelyn, sin demasiada convicción. En verdad, interpreté como que quería que se lo haga. Por qué será que casi siempre cuando las mujeres quieren decir que sí, dicen que no?
Traté de hacerlo despacio, lo más suavemente que podía, a pesar de lo arrastrado que me sentía por los caballos del deseo. Jackelyn gemía cada vez más fuerte y estrujaba las sábanas de la cama. El espectáculo, reflejado en los espejos de la habitación, era dantesco. Yo trataba de pensar en paisajes helados, en nieve, en mi abuela de ochenta años tomando mate en pantunflas en su casa en La Boca para sofrenar las bestias de la pasión. Jackelyn se contorsionaba, movía el culo para atrás y para adelante. Para atrás y para adelante, deslizándose sobre mi pija que ya no se podía contener. Al final exploté, me dejé ir en una catarata deliciosa, un momento mágico. Uno de esos pocos momentos mágicos que tiene la vida, y que no sé porqué siempre están emparentados con el sexo. O con la pasión, por lo menos.
- No me digas que no te gustó, porque no te creo – le digo, un rato después, los dos de espaldas sobre la cama. Jackelyn se ríe. Me encantan las mujeres que se ríen después de hacer el amor -. Pero decime una cosa, vos siempre decís que no, cuando querés decir sí?
- No, no siempre – dice Jackelyn.
Y vuelve a reirse.
Pero yo no le creo.

Daniel,
de Madaho's tengo una XP con dos chicas que habían sido del Affaire Pueyrredón, Roxana y Cynthia, una rubiecita flaquita y la otra una turca con uno de los mejores culos que ví (y palpé, digamos que ausculté, gracias a Dios).
En algun momento voy a contar esa experiencia, aunque haya sido hace un año.

Dale, mandame un MP y este viernes nos encontramos en Madona.

Un abrazo.