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[XP] Romi ex Montevideo

Hilo del tema

Mi cadenita genética canta que no soy un Marco Polo, aquél intrépido veneciano que atravesó el turbulento desierto de Taklamakán. Y que tampoco -como Virgilio- les haré comerse un garrón de once años para finiquitar una historia. Así, recorrer este manuscrito les demandará escasos minutos.
Arranco confesándoles que venía de diez hasta el cementerio de la Recoleta. Tenía todo macheteado, había craneado tuito. Los foristas se habían encargado de ponerme de la nuca con algunas Dulcineas. Chabones depredadores. Clausurada había quedado la idea de hamacarme a la fantástica paulista Ana que –cuando mean las gallinas- acampa en el Café Orleans. Incluso había apalabrado a mis grifos negros para que aguarden en la 4x4, casi frente a las dos columnas grises del predio. Sin embargo, al momento de avisorar el plateado botón del timbre en Azcuénaga, tuve un registro histórico, equiparando una sencilla trepada al diminuto ascensor marrón caoba con el memorable cruce del Rubicón -montado en su Génitor- genialmente descripto por Julio César. Durante el breve viaje al quinto, leyendo los cientos de recordatorios pegados en su interior, pensé en aquél que hace unos meses casi nos deja a Mariano Puerta fuera de la final en Roland Garrós. Al instante del descenso, y mientras procuraba encontrar el "D" (de diosas), una de las cuatro puertas del piso se abrió sin dejarme tocar un antiguo y blanco timbre circular. Me recepcionó una tapadísima Fernanda, ingresando yo en un irrefrenable tartamudeo intelectual que no impidió que invada el citado depto, parapetándome a velocidad crucero -luego de reconocerme en un espejo junto a la puerta y pegadito a la cocinita- en un cuartito, alejado del chill out del recinto. El pequeño living constaba de un sofá, una mesita ratona sobre la cual había unas revistas, un modular con vasos, copas y artesanías, varios cuadros contra las paredes, un televisor, un ventilador de techo, un jarrón coppolesco, un radiograbador, una camilla plegable y una ventanita con una cortinita blanca. Las idea era barrer la zona al toque, para no quedar regulando si una Mónica Lewinsky se arrodillaba ante mí al presentarse, lo cual, claro, no representaba la misma aprensión que si lo hiciera una Lorena Bobitt.
La actitud de la tal Fernanda me dejó claro que no era parte del Botánico, sino la madama. Rápida y certera encaminó la charlita hasta transformarla en un seminario intensivo sobre transacciones comerciales. En el interín supe que, dotadas de las habilidades telepáticas de los vulcanos (como el Señor Spock), las gatas, apostadas en la cocina -ubicada a la distancia de un penal de la zapie- se habían hecho la peli de que yo era rocho o de que no se me caería una chirola ni metiéndome en un tren fantasma.
Este nuevo escenario actuaba como un bonus porque si bien no me cabía hacer la seña de ciego, tampoco la del macho bravo para despejar dudas. Mi plan -atadito con alambres de púa- era semblantear a la renombrada Romina -compatriota de Mercedes Ramón Negrete, aquél que luego de ganar solito el

Prode dejó en banda a Fabiana López -su compañera de toda la vida-.y, si la primera impresión daba, no me cabía nada más que saber si la ex Montevideo estaba pila, para finalmente secuestrarla, arriándola hasta la catrera, emplazamiento en que sería ejecutada de modo distinto al Coronel Aureliano Buendía.
Mientras amasaba la bola bajo la capellada, la madama me ofreció algo para tomar -pedí agua de la canilla, para darme un toque naif- y continuó leyéndome el menú que, a juzgar por los gifts, parecían corresponder a la escritura del lugar, en el cual, siguiendo las observaciones largadas por radio-pasillo, los abogangster tendrían quorum propio. Todos sabemos que esa es gente que no come vidrios, siendo poseedores de la sanata que hiciera leyenda Fidel cuando interpretó a Don Mateo.
Después de esperar un rato largo, y cuando me disponía a levantar campamento, aterrizó la guaraní con una bikini de un rosa pálido -tirando a gris plomo- que me pausó el murga. Con cara de almirante boliviano procuré hacer tracking para focalizarla a full. Era al bardo intentar no hacer bandera: las curvas de la minita me comían la cabeza. Sin dudas, los cuerpos se vislumbran antes que las truchas en el corazón de un privado. Lo único que cabía era avanzar a lo loco o clickear Escape. Imprevistamente otra perra -como un tiburón oliendo sangre fresca en medio del Pacífico- se apostó a mi frente revoleando su retaguardia y agitando su verba como quien hubiese laburado por años en una hot-line. Se llamaba Morena. Parecía adueñarse de una gripe padre por lo que el instinto me empujaba a echarle fly, salirle con los tapones de punta, pero la sesera me aconsejaba tomar distancia y ensayar una sonrisa calculada. En el estribo se presentó una hembra de casi 1,75 mts. llamada Priscilla que, por su inexistente locuacidad, sospeché vinculada a Bernardo, aquél incondicional de Don Diego de la Vega.
Era de neanderthal esperar que llueva otra como Romi. Quedé solo. Observé el cuarto. No era el palacio de algún rey moro que lloraba la entrega de Granada, pero tampoco era misho. La escenografía era minimalista: una buena catrera, ventilador de techo, espejo apoyado en el sopi, luz tenue pero sin reóstato, una silla, un placard, almohadoncitos de diferentes colores, cuadros contra las paredes, dos almohadas, una estufa eléctrica, etc. Volvió la madama y nombré a la pequeña amazona. Carburé que si la administradora entendía que yo dilataba mi elección -luego de exhibir un aire gasolero y sospechoso-, me bajaría la persiana ipso facto. Entonces, lo aconsejable era pintar parte del filo, por lo que pelé un par de rocas para gatillar. Tampoco era cuestión de reptar por unos mangos. La madama ni siquiera amagó un gesto de asombro, más allá de pasarlo por luz negra y frotarlo casi con indiferencia. Al girar mi balero -en sentido teatral- me cayó la ficha de que la fantástica asunceña me había marcado con una expresión mínima y silenciosa, signo inequívoco de pasión. De inmediato ingresó con todas sus curvas y terminaron todas las conjeturas.


Prolongué -en su presencia- aquél inconfundible compás de espera, aguantándole la mirada. Ella no depuso su mutismo ni su sonrisa. De pronto me sorprendió la nobleza de su mano diestra que se tendió hacia la mía, mientras con la menos hábil retiraba cada botón del ojal de mi sobretodo. Entretanto mi pabellón auditivo recepcionaba otras conversas. Entendí que en ese sitio acampaban unos cuantos que no habían escrito la cuarta parte de la Divina Comedia porque no se les había cantado, porque vuelo poético y recursos estilísticos no les faltaban.
Al toque comprendí que a Romi no le cabían ni las balas. Pedí tiempo muerto y me encaminé al biorse porque la minusa me había cantado jaque de arranque y yo ya estaba por encima de la escala de Ritcher. El lugar era limpio, aunque desordenado, tal vez a causa de los cosméticos usufructuados por las guerreras. Observé que la bañera estaba perfecta para una inmersión (¿habría frustrado la de Romi?), pero no daba. La guaraní me había habilitado una toallita blanca, había jabón líquido, agua caliente, una maravilla. Al regresar escruté un segundo, quizá dos -sus ojos moros-, y comenzamos un franeleo de aquellos: cuello, orejita, brazos, labios, lenguita y cuando -luego de sacarle la ropita, claro- me disponía a succionarle las gomitas y sus pistones, la guerrera guaraní braceo, argumentando hipersensibilidad en los mismos. Dispuesto al gambito de dama proseguí con las rieles, en tanto ella me lubricaba con su lenguita marca “Cañón”-sin intermediarios- el cilindro, que estaba a full. Era carne de primera comunión. Recordé al londinense Tomás Moro, aquél que dijo: "Un hombre puede perder la cabeza fácilmente, y sin embargo, no sucederle por esto ningún mal".
Como no podía ser de otra manera, y a los tiros, hicimos un seis nueve fantástico. Su zanja era espectacular, la veía en contra-picada y tenía ganas de rezarle. Calculo que una de las mejores cosas del seis nueve es que imposibilita ciertas conversas inconducentes. Su fuselaje parecía decir: Negrito, cuando te tomes el palo no te olvides los ojitos. Espero que les hayas enseñado a volver solitos. La cachorra parecía el Negro Ortiz, no paraba de tirarme centros. No tardó mucho en montarse arriba de mí. Parecía una de esas domadas que supe ver en Jesús María hace unos lustros. Se movía como si sufriese mal comicial. Era increíble, cada una de sus caricias eran un zarpazo ontológico. Yo me deslizaba por entre su geografía como el ladrón de Bagdad y, de vez en cuando intercambiábamos pareceres:

-Che, Romi, ¿Priscilla es rusa?
-Sí, es alemana.

La giré (o me giró, nunca se sabe), para llevar a cabo el misionero. Era impresionante como la chaparrita se dejaba hacer, entre sabanas sabinas. No me dejaba pensar, la turra se agitaba como una marioneta vietnamita. Y -por


fin- la dormí con el pecho, empalmándola de volea para lograr el tan ansiado back. Cualquier nabolín podría sospechar que jugaba al flipper con su chiquito, por cómo me inclinaba con las dos manos aferradas compulsivamente a su cintura. No puedo explicar lo que se siente, primero enhebrar esa escarapela, y luego estrellar los huevos contra sus fabulosos cachetes. La ajusticiaba sin miramientos, casi como un desquiciado. Me sentía el gran general macedonio encima de Strategos, esa bestia traída de la Tesalia. Menos más que el morocho seguía como un granadero. Posiblemente, la guinda sobre la torta hubiese sido bautizarla en la boca, pero la calentura pudo más y me fui en el back. Debía reconocer que había sido arrasado como San Martín en Cancha Rayada, como Belgrano en Ayohuma, por una huinca superior en espíritu de lucha, superior incluso a Francisco Pizarro y sus Trece de la Fama, lo cual ya es decir.
Charlamos unos minutos: supe que el veinte se iría unos días a visitar a la flia. Y que su idea es amontonar franklins para comprarse un chalecito con ladrillos de Nabucodonosor, o con ladrillos de barro cocido si la agarra otra devaluación. Confesó ser minicomponente y que, como los Jedis -aquellos personajes de La Guerra de las Galaxias, tenía prohibido enamorarse. Esa confesión me dejó Babel. Debía ser muy cuidadoso porque de lo contrario me sacaría bandera negra y, en tres o cuatro segundos, me haría ver que su vida era peor que la del coyote y que su única salida sería rociarse con un poco de gas sarín. No sé, quizá yo sea tan o más inocente que el cabo Reyes, pero creo que ella es como un caramelo: dulce, pero dura. Además, si a un caramelo no se le quita el celofán dura mucho tiempo en la boca, pero no provoca placer. Claro que la segunda parte no sólo la pienso sino que se la manifesté cuando iniciaba la última succión con el sombrerinho puesto, el cual quitó de una, entre risas. También entre carcajadas –en una especie de fundamentalismo doméstico- reordenaba el campo de batalla.
Estaba exhausto. Me sentía el homúnculo de Paracelso, el que cita Goethe en la segunda parte del Fausto, el hombrecito fabricado por la alquimia. Recordemos que cuando el homúnculo se asoma por el borde de la redoma decide irse con Mefistófeles a participar en la Noche de Walpurgis. Pensé que aquellos once minutos que describía el brazuca Paulo Coelho eran tan intrascendentes para mí como la ceguera de Mary Ingalls.
Afuera me esperaba un territorio tan vacío como Ciudad Gótica, y los dos gorilas -Mosca & Smith- velando por mi salud. En ese momento sólo yo sabía que podría romper la marca del cretense Epiménides y dormir más que mi cama.

Mausi.-

P.S.: "Don't follow me. I'am lost, too".

13/07/2005 2:37

=D> =D> =D> =D> =D> =D>

Estimado Mausi.

Realmente quiero felicitarte por tu XP, inundada de vocablos y situaciones, que hacen que tu experiencia sea una y mil a la vez.

Conozco el departamento, las chicas y la recepcionista y resulta gratificante leer algunas descripciones tan ingeniosas como reales.

Conocer a una niña tan dulce como ROMI, es algo que merece ser celebrado, es un angel con actitud de diablo.

Por el relato de tu xp quiero brindarte mi voto positivo, que creo es el primero, ojalà sean muchos mas.

Un abrazo.

13/07/2005 3:59

excelente su relato va mi positivo por Ud.
el turkoarg

13/07/2005 9:45

Amigo [b:7e335c641b]Mausi[/b:7e335c641b], tengo no solo que felicitarte por tu muy buena elección, sino por contarnos tu experiencia con tal maestría descriptiva, tu relato me entretuvo muchísimo y me dejo no solo menciones historicas y literarias, además me dió una perfecta transportación imaginativa al encuentro con lo cual me lo hizo vivir también un poquito. Gracias por esto y mi voto + para vos. :thumbright:

Un abrazo. The dog. :grommit:

13/07/2005 10:29

Monumental.... \:D/ \:D/ \:D/ el relato.

Complejamente unico :drunken: :drunken: :drunken:

A Romi la tengo en la mira hace rato y hasta hable con ella cuando recien se mudo a Azcuenaga pero cada dia que trato de inventar una hora para ella SIEMPRE pasa algo que da de baja el encuentro. Menos más que hasta ahora siempre paso antes de arreglar con la niña.

Asi que el 20 se va para el pago? Tengo que apurarme para despedirla.

Alli le puse mi + por la XP y por el relato.

Saludos,

MalcomX

13/07/2005 10:35

Me siento reconfortado al enterarme que mi relato (me refiero a mi xp con Romi) los ha transportado. Mucho más me ha hecho viajar esa diosita.
En estos días, por laburo, abandonaré el ispa, pero ni bien regresé, estaré en aquél Templo a la espera de otro milagro. Sospecho que esto ocurrirá en quince días.
Quiero agradecerles a bairesplat, thestrongdog, turkoarg y Malcom X, sus observaciones elogiosas hacia mi escrito. A esto, se suman sus votos positivos, lo cual ya es demasiado.

16/07/2005 23:13

compañero mausi

la verda terrible relato y con esa niña ... que se puede decir

=D> =D> =D> =D> =D>

:notworthy: :notworthy: :notworthy: :notworthy: :notworthy:

y por supuesto que también tiene mi voto +

una brazo chamigo

17/07/2005 0:27
La información de ésta página esta desactualizada y es una version antigua del foro cuando se encontraba en otro dominio.

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